Recuerdo aquel 27 de oktubre

Recuerdo aquel 27 de octubre, el día mas largo del mundo, tan largo que partir de ese día confirmé que el tiempo no es para nada objetivo.
Por más que las agujas de todos los relojes se muevan a la misma velocidad y todos los días, en teoría, duren 24 horas, yo estoy seguro que hay algo mas allá de eso, una medida subjetiva que se relaciona mas con los sucesos que le ocurren a cada persona que con los movimientos de rotación y traslación de la Tierra.
No podría asegurar que alargó tanto aquel día, si la espera interminable, si los llantos multitudinarios o si simplemente fue mi corazón partido en pedazos, pero lo cierto es que yo ese lunes experimenté sensaciones nuevas.
Sentí olores desconocidos hasta aquel momento, conocí miradas que nunca había visto en un ser humano y hasta podría decir que eran mas parecidas a la de un perro lastimado que mira a su dueño buscando compasión, realmente percibí un ambiente distinto al que estamos acostumbrados a respirar.
A las 3 de la tarde miré mi reloj con desgano, creyendo que serían algo mas de las 7 , ¡Que lejos estuve!.
Luego me puse a pensar y deslizó por mi cabeza la idea de que quizás el tiempo no transcurría porque yo no quería que así fuera, tal vez no podía soportar que pase ese día y que todo vuelva a una normalidad automatizada, a una normalidad anormal, porque luego de ese 27 de octubre realmente nada podía permanecer en su estado anterior.
Estresado de tanto pensar fui a tomar un café al bar más porteño que encontré en toda la capital, me ubiqué en una mesa que daba justo a una ventana.
Imposible figurarse una mejor imagen de lo que fue aquella plaza, aquel llanto incontenible, aquel dolor, esa ventana me dejaba ver como con una lupa el sentimiento de un pueblo herido.
Ahí comprendí la verdadera magnitud de la pérdida, esa mañana había sido trágica para todos, hasta para los que menos pensamos, los rostros conmocionados se multiplicaban, había tanta tristeza en esas caras como en las de una madre que pierde a un hijo.
Es que también en un punto el era nuestro hijo, nuestra creación, porque de alguna manera Néstor Kirchner nació del pueblo, de ese espíritu colectivo que supera totalmente a la individualidad de los seres.
Néstor fue la expresión genuina de una cultura que fue azotada por más 30 años, todo el dolor, toda la frustración y toda la bronca que sentían miles de argentinos de una generación olvidada estaban en sus manos, y el nunca dejó de ser un “compañero” porque eso es, fue y será.
Cuando un pueblo parece rendirse hay algo muy dentro suyo que siempre lo hace despertar y ahí estaba el para comandar nuestro amanecer masivo.
Encontró en la juventud la sangre y la voluntad, en los más grandes la experiencia y el coraje y con las ideas como estandarte enderezó aquel barco que allá por los 70 nefastos personajes brutalmente se encargaron de torcer, y en el año 2001 estuvo más cerca que nunca de hundirse.
Dejó todo en el barco, a este capitán no lo asustó ninguna tormenta y menos aquellas burdas operaciones de prensa que no significaron siquiera una pequeña llovizna.
Hasta que un día se fue, por esas cosas del azar, en el momento menos apropiado quizás, en su plenitud, en su entereza.
Pero antes de irse dejó un gran legado, miles y miles de Néstor y Cristinas, por todo el país, organizándose, militando, capacitándose y peleando por sus ideas.
Por eso creo que el no se fue y nunca se irá , el está en cada rincón de la argentina, en cada uno de nosotros, en la inmensidad del corazón del pueblo argentino.
La mañana posterior al día mas largo de mi vida supe que debía tomar alguna decisión, así fue que en un abrir y cerrar de ojos eliminé todos los almanaques que había en mi casa y prometí que en mi propio tiempo todos los días consiguientes serían 27 de octubre, y tendrían el mismo compromiso que aquella tarde en que el pueblo salió a la calle, aquella tarde de dolor pero también de esperanza, porque todos nos dimos cuenta entre tanto llanto que la semilla ya estaba plantada y que toda esa gente no podía estar equivocada.